No debería contarlo pero poco a poco miro por la ventana y me invade un pesar que conozco, el viento que al acariciarme trae ecos que embriagan. supone que no empaña, que no traiciona. acaso en la senda no ronda secretos? la traición, pese a que casi no la conozco, me dá miedo. detrás de su figura se esconde la desolación, que si que la conozco. me debato entre la ambigüedad de la realidad acogedora, sobria, predecible; y los sueños que alguna vez construyeron un mundo especial, irreal, impredecible. dessde a racionalidad la elección es obvia, y hacia allá voy a caminar. arrastrando en las alforjas senntimientos que costara repetir. que solo saldrán ante la eventualidad dolorosa, ya tarde, tal vez no. Dicen que la manera más sana de desahogarse es agarrando un papel y escribir todo aquello que pasa por tu mente. No sé si será lo más sano o sencillamente lo más habitual en mí pero, cada vez que la angustia oprime mi pecho tomo un lapiz y un papel y explico al mundo lo que siento, siendo consciente de que nadie llegará a leer esas palabras. Hoy escribo por todo lo contrario. Lo que me ha obligado a escribir no es una presión dentro de mí, sino un gran vacío. Hace unos meses que mis días pasaron con la misma rapidéz que un minuto, apenas tuve tiempo de pestañear. Sin embargo, ahora que pude poner los pies sobre la tierra, me doy cuenta que pase el tiempo suficiente para cambiar mi forma de vida. Sin darme cuenta, me levanté rodeada de nuevas caras, nuevos sentimientos...un nuevo yo. Es todo tán diferente que tengo que aprender a acostumbrarme, tengo que aprender a respirar otro aire y a mirar por otros ojos. Me gusta. Claro que me gusta! Pero apenas tuve tiempo de asimilar la situación y enterrar antiguos recuerdos, los cuales van dejando inevitablemente un hueco que, por ahora, ninguna novedad puede llenar.